martes, 3 de noviembre de 2015

Dos meses después

La idea era llevar un diario para no olvidar todas las experiencias que iba viviendo cada día, sobre todo al ver que de un día para otro no recordaba qué había sucedido ese mismo día y qué tres días antes. Pero entre la falta de energía y mi clásica desgana por pararme a hacer algo como esto... han pasado dos meses.

Duré muy poco como voluntario. Pase el primero de estos dos meses currando por horas (cobrando nada mal, al fin y al cabo currando más de 70 horas semanales muy mal tienen que pagar la hora para que no sea una cantidad "decente"), y desde poco menos de un mes, contratado como Oficial de Salud Ambiental, (Enviromental Health Officer). La idea es que pronto tendré un equipo trabajando conmigo, e incluso un asistente. También me han permitido conducir, y creo que me asignarán un coche con el que poder moverme entre el Puerto y Kara Tepe, los dos lugares en los que soy responsable de monitorear a los chicos de DEDEPAL, la compañía del Ayuntamiento de Mytilene encargada de recoger la basura. Aunque pertenezcan a la municipalidad, es IRC quien paga sus servicios, gasolina de los camiones y algunos otros materiales. Al principio de recibir esta tarea, me sentí un poco "abrumado", no me considero nadie para dar órdenes. Pero entre haberme ganado su respeto en mis primeros días, currando mucho más que ellos, metiéndome en la mierda sin dudarlo, y que por otro lado hemos compartido alguna que otra broma, ahora responden genial ante mí, es más, me atrevería a decir que estas últimas semanas trabajan con una actitud muy diferente, creo que poco a poco les he hecho entender que aunque por lo general su trabajo sea simplemente recoger basura, cuando lo hacen en Kara Tepe, están haciendo mucho más que eso.

Mientras tanto, han habido momentos duros, o desagradables. Familias separadas gracias a la incompetencia de Naciones Unidas. Un chico que se desmayó en los alrededores del campamento, cayendo por un pequeño acantilado y siendo cargado a la clínica de Médicos del Mundo como los heridos de guerra que acostumbramos a ver en televisión. Otro que se desmayó justo frente a mí, destrozándose la cara contra el suelo. En los días de lluvia y viento, a las siete y poco de la mañana, me encontré a una familia durmiendo a la interperie, de los cuales un bebé de menos de un año tenía los labios azules a causa del frío; dediqué alrededor de media hora, yendo de caseta en caseta (estaban todas ocupadas, por dos, tres o más familias cada una, veinte personas en menos de 20 metros cuadrados) hasta que encontré una en la que pude hablar con los que la habitaban para que acogieran a esta familia. Tras situaciones como esta he cogido como hábito cada vez que ayudo a alguien a encontrar un refugio, esté o no el campamento lleno, pedirles que si encuentran a alguien en su misma situación y no saben si hay casetas libres, por favor, tengan el respeto y la amabilidad de hacerles un hueco en la propia. También tuve la suerte de ver a una familia que había sido dividida reencontrarse, el marido guardando la compostura y la mujer llorando, gritándole, pegándole y abrazándole a la vez.

Otra de las tareas que he tenido durante estas semanas, ha sido este reclutamiento de voluntarios sirios dispuestos a ayudar recogiendo basura conmigo. En un principio fueron voluntarios, me sorprendía cada mañana encontrar gente dispuesta a ayudar con la basura, después de haber cruzado el mar y haber pasado quizás uno o dos días caminando. Al poco tiempo, esto se transformó en otra forma de agrupar sirios para limpiar el lugar. El "Protection Team" de IRC se encontraba a diario con casos vulnerables, y dentro de estos, hombres que habían gastado todo su dinero en cruzar el Egeo o que habían perdido todo en el mar. De esta manera, no tenían forma de continuar el viaje. Así que IRC me responsabilizó de dar tareas a estos grupos, y a cambio de esto les págabamos un pequeño salario diario, así que, trabajando duro durante tres o cuatro días ahorraban suficiente para continuar la marcha. Esto se acabó hace un par de semanas, porque el campamento ha empezado a estabilizarse en un estado de limpieza más que aceptable, parece poco más que un asadero guarro, algo que los chicos del ayuntamiento pueden manejar sin problemas. Por otro lado, hace unos días descubrimos que esto del "Cash for Work" con refugiados es completamente ilegal.


Estoy muy agradecido de tener esta oportunidad, y no abandonar los estudios en el camino, pudiendo coordinarla más o menos apropiadamente con la universidad. Pronto intentaré escribir algo más, que no significa realmente que lo haré.

sábado, 19 de septiembre de 2015

Día 4 y 5

El día 4 comenzó como lo que espero se convierta en algo parecido a una rutina. Distribuir bolsas de basura entre la gente que ya se había despertado, y atar otras a las puertas de las tiendas de campaña en las que la gente aún dormía.

Las reuniones son el pan de cada día de Ross, al que dentro de poco creo que empezaré a considerar mi jefe/compañero de trabajo, dependiendo del momento. Así que mientras el se reunía, limpié una gran montaña de basura que me estaba torturando mentalmente y creciendo desde el primer día que llegué al campamento sirio. Cuando terminé, distribuí algunas bolsas más hasta que Hilma y Tova me recogieron, para volver a distribuir agua en Moria, el campamento en peores condiciones. Ya se han acostumbrado a la furgoneta azul, a colaborar haciendo la fila, e incluso algunos listillos que saben que si nos ayudan a mantener la fila y que la gente sea paciente, al final se llevan una buena cantidad de botellas de agua, medicinas si las necesitan y las chicas las tienen, algo de fruta... simplemente un pequeño trofeo.

Después aprovecharon que nos habíamos comprometido a que me llevarían a la universidad para poder finalizar con los papeles (el día de ayer para que me impriman un papel, el día de hoy para conseguir una firma y un sello en ese papel...) y llevamos a una familia afgana con nosotros hasta el puerto, a mitad de camino. Una vez hecho el papeleo (que por suerte conseguí hacerlo evitando al tipo que todo el mundo me recomienda que evite porque está loco), aproveché para comer allí, y a la vuelta me dejaron mi primera responsabilidad de dimensiones apreciables. Junto con un transportista, su furgoneta y sus dos empleados, llevamos dos letrinas portables a Kara Tepe, y ocho de ellas al puerto (cinco para mujeres, tres para hombres, señalizadas con los carteles hechos por mí, con el logo de IRC, típica imagen de baño, y traducción al árabe), en el que hasta ahora (y así seguirá, porque con el flujo de personas , unos 4.000 diarios, ocho letrinas no son nada) no había nada en este sentido salvo una gran piscina de mierda y orina en una zona medio escondida del puerto. Curiosamente, lo poco que pudimos hablar en inglés este transportista y yo, fue que tiene un presa canario en su casa, que se llama Ares. Con esto y otra sesión de repartir bolsas de basura terminó el día, además de un paseo por el campamento sirio junto con el mandamás del proyecto de construcción de cabañas más sólidas que las tiendas de campaña para cuando llegue el invierno. Este día la policía no dudó en usar gas lacrimógeno dentro del campo de refugiados de Moria, porque se apelotonaron contra la barrera de alambrada la cual deben atravesar para conseguir sus papeles. Por suerte no estábamos ni las chicas ni yo.


El día siguiente (día cinco) empezó prometiendo caos. La misión principal, a parte de la ya tradicional repartición de bolsas, fue cuando me hicieron responsable de 5 trabajadores, para desmontar y volver a montar casetas en otra zona del campamento, y dispuestas de manera que, aunque no lleguen al invierno, funcionen desde ahora mientras se construyen día a día las cabañas. Básicamente he estado de niñera, evitando que hagan el vago, que no pierdan el tiempo y que no pongan las tiendas de campaña en medio de lo que pronto será la carretera, o en posiciones extrañas. Esto fueron 7 horas del día, coordinadas con algo de limpieza, y lo más importante, tratar con las familias a las que teníamos que sacar de la caseta antes de desmontarla. Mi objetivo fue evitar en todo momento que sintieran que los estaba echando de allí, y lo logré gracias a la ayuda de dos sirios que hablando muy buen ingles, me acompañaron de traductores a prácticamente las 16 tiendas que hemos desmontado y montado hoy, haciendo la tarea realmente fácil. Uno de ellos, del que me encantaría recordar el nombre, se sintió útil ayudándome e insistió que cualquier cosa que pudiera necesitar, que no dudara en llamarlo. Mientras tanto, llegaban familias nuevas a las que tenía que advertir que deben estar atentos a una tienda vacía para poder cogerla.

Gracias a la idea de Ross, necesité una vez más la ayuda de este chico. Me acompañó por todo el campamento para proponer a todos lo que duerman hoy en Kara Tepe, hacer mañana un equipo de limpieza de sirios, que a las ocho de la mañana espero encontrarme con ellos, al menos la mitad, ya sería un pequeño éxito, pero podemos llegar hasta hacer un equipito de más de diez personas, estaría genial, y tengo mucha curiosidad por saber cómo y cuántos aparecen mañana. 
Una de esas tiendas que montamos, fue para una familia de 12 o más personas, y estuve hablando a ratos desde primera hora con el cabeza de familia, primero para asegurarle que tendría su caseta y que su familia no tendría que dormir a la interperie, como las dos últimas noches durante su camino desde el norte de la isla hasta Kara Tepe, después para que la ocupara antes de que llegara más gente, más tarde sobre cuando venía la comida gratis que distribuyen en algunos momentos del día, y ya por último, cuando vi que había llegado el camión de la comida, fui a buscarle, para por si acaso no se había enterado, pero me encantó llegar hasta donde estaban y ver que ya estaban todos comiendo. Este hombre paró de comer, se levantó del suelo, y vino a hablar conmigo: que de donde era, que qué estaba haciendo allí. Le hablé de Gran Canaria, de Ciencias del Mar, de que estaba ahí como voluntario, y en un momento el empezó a hablarme, sobre su familia primero, después sobre la ciudad de donde venía en Siria... y me la empezó a describir, en la costa, con ríos, mucha naturaleza, y hasta aquí con una sonrisa, pero después, siguió, "ahora no queda nada, el ejército lo destruyó todo..." y no pudo seguir hablando por un minuto eterno, con lágrimas en los ojos, a mí se me entrecortó la voz, ver a un hombre de cuarenta y seis años llorar... le intenté animar un poco, sin saber muy bien cómo, hasta que los dos recuperamos la compostura... pero sólo escribirlo me trae de vuelta la sensación.












martes, 15 de septiembre de 2015

Día 3

Hoy vi amanecer desde el paseo, esperando por Ross. A primera hora de la mañana ya habíamos repartido bolsas por el campamento de nuevo. Planificamos un poco el día, imprimimos y plastificamos una copia de cada cartel (que pensaba que vería alguno funcionando ya hoy, pero no, parece que tardará un poco más), y fuimos al puerto donde los refugiados embarcan rumbo a Atenas. La situación ha mejorado bastante allí, no hay una acumulación de gente tan grande como hace unos días, que parecía un festival, lleno de tiendas de campaña desde el puerto hasta el castillo de Mytilene.
Tras esto a Ross le tocaba reunión con su jefa, a la que tuve la oportunidad de saludar. Mientras ellos se reunieron, yo fui a hacer papeleo a la universidad para el convenio financiero, y tal y como me habían advertido, no lo pude resolver en un día por la tranquilidad con la que todos hacen las cosas. Almorcé allí, y volví a la oficina del IRC, en el momento en el que estaban haciendo una reunión con gente de Google, los cuales creo que pretenden, entre otras cosas, facilitar el acceso a la información de cómo llegar hasta los campos de refugiados, así como intentar facilitar sistemas de llamadas para que puedan contactar con su familias, si bien entendí (no como los de Vodafone, que han puesto una furgoneta en la entrada, haciendo tarjetas para llamadas internacionales como churros).

Una vez esta reunión terminó, fuimos a un tercer campamento que ni sabía que existía. Este campamento está dedicado a gente con necesidades especiales. Minusválidos, enfermos, mujeres embarazadas... y aunque ahora mismo sólo albergan 40 personas, hace unos diez días eran 500. En este lugar ahora mismo están bastante estables, pero hay un grave problema con fugas de agua, baños averiados y un gran pozo de aguas fecales que desborda sobre la tierra a menos de 40 metros de la primera cabaña de refugiados, y en entender cómo solucionarlo se basó nuestra visita, cogiendo los contactos necesarios y añadiéndolos a la lista de tareas de mañana. Parece que nada avanza, que todo es mirar y poco más, pero las cosas se están moviendo, pasito a paso. 
El jueves probablemente recibirán una cantidad importante de "kits" para cuidados de niños y en Kara-Tepe habrá más baños y duchas habilitadas y funcionando.

Por último esta tarde hemos vuelto al campamento sirio, porque había un contenedor que alguien habría movido unos metros, razón suficiente para que los trabajadores del camión de la basura decidieran no recogerlo, y en dos días, ya prácticamente no se veía el contenedor. Movimos todas las bolsas alrededor del contenedor, y también colocamos este en un lugar en el que esperemos que no vuelva a ser esquivado. Antes de irnos y terminar el día, hemos repartido más bolsas entre la gente, y esta vez, no sé por qué, la gente ha reaccionado de una manera mucho más positiva que esta mañana o las anteriores. En un momento que estaba recogiendo alguna cosilla, mientras repartía bolsas (por el típico "si quieres que alguien haga algo, empieza haciéndolo tú") miré hacia atrás y a tres grupos, que estaban participando en la recogida con las bolsas que les acababa de dar. Me sorprende muchísimo cuando algunos de ellos, al darles la bolsa, piden disculpas, y añaden frases como "tú no deberías estar haciendo esto, encima que nos acogen, estamos dejando este lugar hecho un desastre". ¿Qué contestar a eso? Lo primero que se me ocurre es algo en plan "¿comparamos lo que supone para mí recoger un poco de basura, con lo que supone para ti haber sido forzado a abandonar tu tierra? Soy yo el que debería pedir disculpas por no limpiar tu campamento día y noche". Pero claro, no veo mucha empatía en ello... así que les digo cualquier cosa, hasta poder bromear un poco con ellos, sacar una sonrisa o saber sobre cómo les va en el proceso de formalizar sus papeles y el billete rumbo a Atenas.

A todas estas, cero atención en el campo de refugiados (o de retenidos...) de Moria. Intenté crear algo de conversación sobre el tema, pero se da por hecho de una manera bastante criticable que ese campamento es secundario, con diferente grado de atención en todos los sentidos. Aunque también llevo muy poco viendo la situación, también he estado pensando que probablemente, hasta el niño sirio ahogado, los dos campamentos se asemejaban bastante más que ahora... ¿Habrá que dejar morir a un niño afgano para igualar las cosas?

lunes, 14 de septiembre de 2015

Día 2

Hoy se suponía que las chicas habían conseguido un muy buen trato, los organizadores de la distribución de agua nos darían gratis muchísima agua para repartir en el campamento más necesitado, y que recogeríamos sólo a 150 metros de donde nos estamos quedando. Lo que se suponía que sería cuestión de cinco a diez minutos de llegar, cargar e irnos, se convirtió en una hora de llamadas telefónicas y vueltas en coche en busca del distribuidor de agua, debido a un "malentendido". Finalmente, entre callejones de un pueblo a varios kilómetros del lugar inicial (que curiosamente se llamaba algo que suena a "Pánfila", parece que aquí todo deriva de la vagueza), conseguimos llenar la furgoneta de agua.

La tarea de repartir agua en el campamento de Moria fue bastante caótica, algo que parece ser habitual. Y aunque conseguimos hacerlo sin altercados, en dos filas (hombres / mujeres y niños), la tensión constante quita muchísima energía. Las madres mandan una y otra vez a los niños para conseguir más agua, a sabiendas de lo difícil que es decirle que no a un niño.

El resto del día nos hemos separado, las chicas han ido de vuelta a la carretera, y yo me ofrecí a lo que hiciera falta en el campamento sirio, donde al haber algo de personal, es posible conseguir una tarea que hacer. De nuevo había cinco personas encargándose de la tarea de repartir agua, cuando en este campamento la situación es mucho más tranquila y con una, quizás dos personas a cargo, sería más que suficiente. Además hoy confirmé que estas personas están cobrando por su "esfuerzo". Volví a ofrecer mi ayuda, pero esta vez la responsable ni se planteó proponerme que me pusiera con ellos, así que llamó a un tal Ross, al que busqué por la zona de tiendas del campamento. Una vez nos encontramos, me explicó que él es el responsable de la limpieza, higiene y salud del lugar, y que le vendría bien recibir ayuda. Recorrimos la zona junto con uno de los responsables de UNICEF, haciendo planes para construir una carretera en el interior del campamento, para hacer más accesible el lugar a los servicios de limpieza, así como la instalación de más baños, duchas y zonas de lavado.

El resto del día consistió en aprender cuál es la misión de Ross, y repartir bolsas grandes de plástico, con la correspondiente charla: conocer a la persona con la que hablas, pedirle su ayuda, ofrecerle una bolsa para que recoja al menos la basura alrededor de su tienda de campaña, y a los más colaborativos pedirles que lo comentara con sus amigos o compañeros de caseta. Mientras, a los que mejor inglés hablaban, les enseñaba unos folios con frases en árabe y en inglés, que necesitábamos confirmar que estaban correctamente traducidos, para mañana empezar a imprimir (del tipo baños de hombres y mujeres, mantén la zona limpia, no tirar basura en los baños, utiliza los contenedores, zona de recogida de agua, etc.). Una vez confirmados la mayoría de ellos y agotadas las bolsas, he pasado lo que quedaba de tarde con mi ordenador, en su oficina, haciendo estos carteles, recordando un poco la época de Diseño. Una vez hechos los 19 carteles, un poco chapuceros para mi gusto, pero menos chapucero respecto a lo que parecen estar acostumbrados, he vuelto a casa, con el plan de mañana continuar siguiendo de cerca a Ross (a las 06.45 saldré de Mytilene en dirección al "Karatepo"), pues creo haber entendido que poco a poco, iré acumulando más responsabilidades para con su misión en el campo de refugiados.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Día 1 - Voluntariado en Lesvos

Pues el día, más o menos ha sido así... Primero condujimos en dirección norte, hasta llenar el coche de gente a mitad de camino del campo de refugiados, y después hemos ido a repartir algo de pan, fruta y agua, serían las 8 y media de la mañana, a el campo de refugiados de "Moria", que es en el que están afganos, irakíes y otras nacionalidades (hay otro, en el que sólo hay sirios, en "Karatepo", o algo así). En este campo las condiciones son bastante peores que en el de los sirios, conseguir los papeles les requiere mucho más tiempo, hay falta de agua, comida y refugio, y parece prácticamente una cárcel, llena de verjas de alambrada, con focos, y muchísima policía. En lo que más se parecen, es que hay varios grupos de gente con kioskos montados, que se dedican a cobrar cantidades exageradas por agua, refrescos y comida (al igual que taxistas y otros oportunistas). Cuando llegamos había varios equipos de limpieza, los cuales estaban allí no como parte de su rutina de trabajo, si no porque casualmente hoy el primer ministro iba a visitar ese campo de refugiados. Incluso mojaron el suelo para que no se levantara polvo, y destruyeron algunas de las sombras que los mismos refugiados se habían construido con restos de cosas y basura. Había una mujer embarazada con bastantes dolores, y un niño enfermo, que estaba completamente amarillo, probablemente los riñones o el hígado... y aunque se suponía que había tres individuos de médicos sin fronteras, debían estar escondidos con la policía en las oficinas tras la alambrada, porque no asomaban la cabeza por ningún lado. 
Después de eso, fuimos al otro campo de refugiados sirios, y al ver varios de médicos sin fronteras paseando, literalmente, paseando por el campo de refugiados, les comentamos la situación, y que estaría genial que se moviera alguno de ellos al otro campo de refugiados, uno de ellos (italiano, qué casualidad) se puso chulo y hasta hizo llorar a Hilma, una de las chicas suecas, con comentarios en plan "ustedes son unas novatas así que no nos digan cómo hacer nuestro trabajo". Mientras tanto pregunté a uno de los de UNICEF qué podía hacer, y me puso a prohibir el paso en una zona para organizar a los que están esperando para conseguir formalizar sus papeles. Estando allí, vi que estaban repartiendo desayuno, bollos y zumo para todos ellos. Poco después vino Hilma a buscarme, porque se suponía que una vez terminaran de repartir comida en ese campo de refugiados irían a repartir al otro, y necesitaban ayuda para repartirla sin que aquello se convierta en un caos de gente peleándose por la comida, así que nos fuimos de allí, con la intención de ayudar en el otro campo con esta tarea. Así que esperamos un rato en este campo de refugiados, y al final sólo un alemán y yo nos quedamos, mientras Hilma y Tova continuaron con el coche cargando gente en la carretera de la costa (esto es vital porque en poco más de una hora se soluciona lo que una familia puede tardar dos días en recorrer). Tras una hora esperando, y tras haber conseguido que tres fotógrafos se quedaran con nosotros para ayudar en esta tarea de repartir comida, estas personas encargadas de repartir comida no aparecieron. Más tarde supe que la policía no les había autorizado a repartir comida hasta que la visita del primer ministro terminara, y ni unos se molestaron en avisar, ni otros se molestaron en preguntar. Los fotógrafos se fueron, y pasé un bueno rato sin hacer nada productivo, hablando con algunos refugiados y viendo lo rápido que llamaron a un grupo de policía anti disturbios cuando hubo algo de lío por la gente desesperada intentando conseguir sus papeles. Ofrecí mi ayuda a un policía, y a un intérprete, y ambos me dieron largas, la intérprete estaba tan despistada haciendo nada que tuve que decirle dos veces que era un voluntario, no un refugiado... ridículo (curiosamente se llamaba algo parecido a Vaguelias, así que me imaginé que sería algo que le venía de familia). Cuando volvieron Hilma y Tova, fuimos con el coche a recoger más gente, uno de ellos un grupo de mujeres con niños, que a menos de 500 metros del campo de refugiados, decidieron dar la vuelta pensando que se habían equivocado. También encontramos tres chicos recién salidos del agua, en calzoncillos y con chalecos salvavidas, a los que ofrecimos algo de ropa que nos dejaron hace unos días unos amigos de Eleni. Tras esto llegó el momento más tranquilo del día, en el que fuimos a una gasolinera a engrasar la puerta de la furgoneta, comer algo y planeando cómo continuar el día, llamaron los de la comida (que por cierto, es una empresa de catering que se supone que trabaja como subcontrata para el estado pero que lleva 6 meses sin ver un duro) y nos comentaron que iban a repartir comida en el campo de refugiados de Moria, pero que necesitaban ayuda. Gracias a esto no nos hizo falta planificar nada y fuimos directos para allá, recogiendo algunos otros de camino allí. Aquí la tarea fue mantener las filas ordenadas, una de mujeres y niños, y otra de varones. Suena a tarea simplona, pero cuando se formó una cola interminable y al sol, a saber a cuantos grados... algunos de ellos piensan que es buena idea intentar colarse. Cuando esto pasa es muy fácil que empiecen a alzarse las voces entre ellos, conflicto, y si no se soluciona, puede acabar en batalla campal y asalto al camión de la comida. Así que intentábamos alejar a la gente de los laterales de esta fila (Hey man, do you want food? So you have to make the line!) más de una vez tuve que sacar de la fila a los que se intentaban colar, y llevarlos a empujones hacia el final de la fila, pero la mayoría colaboraban muchísimo, dadas las circunstancias. Una vez empezó a bajar la tensión de toda esta situación, la idea era repartir algo de agua, pero teníamos bastante poca, así que pensamos en hacerlo conjuntamente con los de esta subcontrata del estado, pero UNICEF no les dio autorización, así que se perdió esta oportunidad de repartir agua. Después nuestra idea fue que yo me fuera con un grupo de los de cátering al campamento sirio, mientras las chicas volvían a la carretera del norte, pero UNICEF tampoco autorizó a que alguien que no perteneciera a la empresa se subiera al coche, a menos que firmara un papel que no tenían allí, así que fueron las chicas quienes me llevaron con los refugiados sirios, yendo justo detrás de estos tipos que no estaban autorizados para llevarme. Me dejaron allí, y continuaron con la tarea de recoger gente de la carretera y llevarlos a los campamentos. Allí sólo quedaban cuatro empleados dedicándose a repartir agua, muy tranquilamente, pues no había gran necesidad de ella, simplemente esperaban a que llegara alguien que quisiera y daban dos botellas por persona. Me acerqué a ellos, ofrecí mi ayuda, y me dijeron que me pusiera con ellos, lo que me pareció algo ridículo, (¿cinco personas para hacer la tarea de uno, cuatro de ellas cobrando?), así que pregunté por otras tareas. Y medio dubitativa, la que mandaba me dijo que podía recoger algo de basura de entre las tiendas de campaña que hay montadas, con la última bolsa que les quedaba. Mientras estas cuatro personas seguían repartiendo agua y charlando, llené la bolsa de cosas que un niño podría querer coger del suelo y que pueden hacerle daño, como comida en mal estado o hojillas de afeitar, y alrededor de los pocos grifos de agua que hay, en las que charcos y basura hacen muy mala combinación. Después me encontré un pequeño contenedor con ruedas, y comencé a utilizarlo como bolsa, y a vaciarlo en el contenedor más cercano, hasta que vino en mi busca la misma tipa de antes. Estas cuatro personas se fueron (no a hacer otras cosas por los refugiados, si no a sus casas o a su oficina), y me dejaron a cargo de su tarea hasta que se acabaran las botellas, lo que me llevó poco más de una hora, hasta aproximadamente las cinco de la tarde. Por último, confirmé que las chicas seguían en la carretera y no necesitaban mi ayuda, y que no quedaba nadie que pudiera darme otra tarea en el campo, sólo policías y refugiados, así que hice el camino que la mayoría de refugiados que no se pueden permitir un taxi o otro transporte hacen hasta la Mytilene, alrededor de dos kilómetros. Y aunque para mí fue un placer hacerlo, por distraerme y pensar en el día, no me imagino cómo debe ser para alguien pobremente alimentado y que puede llevar varios días de caminar a la espalda. Ya para culminar el día, ya llegando a casa de Eleni, me econtré a un grupo de viejitos, dos griegos y dos australianos, que no tenían forma de entrar en su propia casa porque habían perdido las llaves y no tenían forma de contactar con nadie. Estuvimos un buen rato intentando recordar el teléfono del hijo de la señora griega, y cuando por fin acertó, pudo llamar y hacerlo venir. Fueron muy amables y agradecidos, incluso insistieron en pagarme la llamada de menos de 30 segundos... por fin llegué a casa, y ahora empezaré a cocinar algo vegetariano para las dos chicas suecas, antes de que lleguen de su último recorrido (tengo curiosidad por saber si han superado el récord de ayer, 22 personas en una furgoneta de nueve plazas).
Personalmente aún no sé qué conclusiones sacar del día, demasiadas nuevas experiencias e impresiones. Ni sabría decir si esto me ha endurecido un poco o por el contrario me está ablandando.

martes, 3 de febrero de 2015

ContrasteNegroGris

Amanece, y todavía lejos de la primavera; una joven golondrina vuela sobre el café.