No hay tiempo para sentir miedo. Unas pocas centésimas de
segundo después de resbalar del agarre, tus reflejos aparecen automáticamente. Separas
tus brazos como si fueran a agarrar algo, pero no hay nada a lo que agarrarse. Has
estado haciendo free-solo - escalar sin cuerda o un compañero para salvar tu
caída. ¿En qué pensabas? Podrías
preguntártelo, pero ya es demasiado tarde. La gravedad acelera tu cuerpo. Caes diez
metros, el equivalente a un edificio de tres pisos, en menos de dos segundos,
el tiempo que se tarda en decir: ¿Qué tal
te ha ido la mañana?
¡Crack! Tu pierna
derecha golpea un saliente en la pared y caes otros seis metros antes de
aterrizar en una repisa de granito. El valle aún está a unos treinta metros por
debajo.
Intentas respirar, pero la fuerza de la caída ha comprimido tu
diafragma, expulsando el aire de los pulmones. Jadeas espasmódicamente, una o
dos veces. Una oleada de náuseas nace en tus intestinos, que vomitan el
desayuno en un largo arco sobre la cornisa. Tu instinto sabe que debe aunar
defensas después de un golpe tan severo, y la digestión de los alimentos
absorbe demasiada energía.
Te das cuenta de algo - un palo, parece - que sobresale del
nylon elástico de los pantalones de escalada. Centras la vista y miras con más
atención. Es tu fémur derecho, una fractura abierta que hace la sangre rezumar
del muslo desgarrado. Curiosamente, no duele, no mucho, o mejor dicho, no duele
por ahora. Tu cuerpo usa endorfinas para bloquear el dolor transmitido a través
de las conexiones nerviosas. Mientras tanto, estás experimentando lo que en
urgencias los médicos llaman la hora de
oro, inmediatamente después de un trauma, cuando el cuerpo humano es
relativamente capaz de mantener la presión arterial a pesar de la hemorragia. Sientes
un dolor agudo en tu espalda. Al impactar sobre la cornisa, que no sólo rompió
de la novena a la duodécima costilla del costado izquierdo, también el bazo se
ha roto, el órgano dedicado a filtrar sangre, no más grande que un puño, a la izquierda
del abdomen. Ese suministro de sangre está goteando lentamente en la cavidad
abdominal.
Marcas violentamente el número de emergencias en tu teléfono,
pero la pared del cañón bloquea la señal. Cuando un cazador encuentra tu cuerpo
años más tarde, los huesos de los dedos todavía envuelven una carcasa de
plástico degradada por el clima.
"find what you love and let it kill you"
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