martes, 17 de septiembre de 2013

Encuentra lo que amas y deja que acabe contigo.

No hay tiempo para sentir miedo. Unas pocas centésimas de segundo después de resbalar del agarre, tus reflejos aparecen automáticamente. Separas tus brazos como si fueran a agarrar algo, pero no hay nada a lo que agarrarse. Has estado haciendo free-solo - escalar sin cuerda o un compañero para salvar tu caída. ¿En qué pensabas? Podrías preguntártelo, pero ya es demasiado tarde. La gravedad acelera tu cuerpo. Caes diez metros, el equivalente a un edificio de tres pisos, en menos de dos segundos, el tiempo que se tarda en decir: ¿Qué tal te ha ido la mañana?

¡Crack! Tu pierna derecha golpea un saliente en la pared y caes otros seis metros antes de aterrizar en una repisa de granito. El valle aún está a unos treinta metros por debajo.

Intentas respirar, pero la fuerza de la caída ha comprimido tu diafragma, expulsando el aire de los pulmones. Jadeas espasmódicamente, una o dos veces. Una oleada de náuseas nace en tus intestinos, que vomitan el desayuno en un largo arco sobre la cornisa. Tu instinto sabe que debe aunar defensas después de un golpe tan severo, y la digestión de los alimentos absorbe demasiada energía.

Te das cuenta de algo - un palo, parece - que sobresale del nylon elástico de los pantalones de escalada. Centras la vista y miras con más atención. Es tu fémur derecho, una fractura abierta que hace la sangre rezumar del muslo desgarrado. Curiosamente, no duele, no mucho, o mejor dicho, no duele por ahora. Tu cuerpo usa endorfinas para bloquear el dolor transmitido a través de las conexiones nerviosas. Mientras tanto, estás experimentando lo que en urgencias los médicos llaman la hora de oro, inmediatamente después de un trauma, cuando el cuerpo humano es relativamente capaz de mantener la presión arterial a pesar de la hemorragia. Sientes un dolor agudo en tu espalda. Al impactar sobre la cornisa, que no sólo rompió de la novena a la duodécima costilla del costado izquierdo, también el bazo se ha roto, el órgano dedicado a filtrar sangre, no más grande que un puño, a la izquierda del abdomen. Ese suministro de sangre está goteando lentamente en la cavidad abdominal.


Marcas violentamente el número de emergencias en tu teléfono, pero la pared del cañón bloquea la señal. Cuando un cazador encuentra tu cuerpo años más tarde, los huesos de los dedos todavía envuelven una carcasa de plástico degradada por el clima.

"find what you love and let it kill you"

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